3 Pasos Para DESTRUIR Quién Eres Para LIBERAR Quién Podrías Ser

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Una nota rápida antes de empezar, este artículo explica el proceso extremadamente oscuro, doloroso y finalmente glorioso a través del cual fui capaz de transformarme en una persona completamente diferente.

Lo que descubrí, y el proceso que estoy a punto de compartir con ustedes, probablemente los hará sentir incómodos, y posiblemente hasta molestos, especialmente si creen que este tipo de transformaciones sólo pueden lograrse a través de una mentalidad positiva y del amor propio.

Lo digo con respeto, pero a diferencia de la inmensa mayoría de las personas que crean contenido sobre este tema, no sólo he logrado realmente transformaciones gigantes dentro de cada una de mis dimensiones, sino que también he pasado años trabajando para entender la psicología y los mecanismos detrás de esas transformaciones hasta el nivel que ahora puedo transmitirlo a ustedes, el espectador.

Independientemente de quién seas y cuáles sean tus creencias, si realmente quieres sacar el máximo provecho de este artículo, todo lo que pido es que mantengas la mente abierta.

En la primera parte veremos los conceptos y el proceso exacto que fueron críticos para mi transformación. Y luego, al final del artículo, te daré la fórmula exacta que utilicé para reinventarme de un don nadie sin poder ni futuro, a alguien poderoso que está cumpliendo su destino. ¡Comencemos!

Lección 1: El yo no es algo a mejorar, es algo que debemos destruir

No es ningún secreto que detesto la industria de auto-ayuda, el problema, irónicamente, comienza con el propio nombre. Las palabras “auto-ayuda” refuerzan positivamente la idea absolutamente ridícula de que hay un yo a ayudar o mejorar.

Todo, y me refiero a todas las cosas que aparentemente no podemos mejorar de nosotros mismos, se debe literalmente a lo que creemos que somos, el “yo” no es más que una construcción, el producto final de toda una vida de actitudes, valores y comportamientos acumulados que erróneamente llegamos a creer que somos nosotros.

La mejor manera de resumir esta “idea” que tenemos de nuestro “yo”, también llamada “imagen de sí mismo”, es con la siguiente cita:

“No soy quien tú crees que soy;
No soy quien creo que soy;
Soy quien creo que tú crees que soy”.
- Charles Cooley

También conocida como la teoría del espejo, postula que el “yo” es esencialmente lo que creemos que los demás creen que somos. Por eso muchos de nosotros nos esforzamos tanto por “proyectar” un yo feliz, trabajador, disciplinado y lleno de propósitos, aunque no seamos realmente ninguna de esas cosas, porque mientras pensemos que los demás creen que somos esas cosas, nosotros pensamos que somos esas cosas.

Por eso, cuando intentamos y fracasamos en el desarrollo de buenos hábitos, la verdadera razón suele ser que estamos ciegos a la verdad de que no somos lo que proyectamos que somos, por el contrario, la inmensa mayoría de nosotros somos criaturas débiles y patéticas que se refugian en placeres hedonistas como las redes sociales y Netflix ante cualquier cosa que amenace la comodidad a la que estamos programados para buscar en cada maldito momento.

Es por eso que la abrumadora mayoría de las personas que se proyectan a sí mismas para mejorar, no lo están haciendo, les importa más la proyección, porque para ellos, la proyección es la realidad, la verdadera realidad es irrelevante. 

Nuestro “yo” también es acumulación de cosas, nacemos como nada y sin nada, y luego, con el tiempo, nuestro “yo” acumula, sobre todo cosas materiales como: ropa, autos, casas, pero también “creencias”, lo disciplinados que somos, lo guapos que somos, cuanto más tenemos, más podemos perder. Cuánto más nos creemos algo, más riesgo asociamos a la acción, por eso, la mayoría de las personas que leen libros de autoayuda prácticamente no actúan: les aterra romper la ilusión de su yo mejorado que han pasado meses o incluso años cultivando desde la comodidad de su sofá.

Todo esto me lleva de vuelta a mi punto original: si la idea de lo que somos es lo que se interpone en el camino de lo que podríamos llegar a ser, ¿por qué demonios querríamos “mejorar” eso?

¿Por qué no simplemente destruirlo y permitir que surja algo mucho más poderoso? 

Para poder entender esta lección, primero tuve que perderlo todo.

Lección 2: Vernos a nosotros mismos como realmente somos

El problema con esto, y este fue ciertamente mi problema, es que no nos disgusta nuestro “yo” lo suficiente como para querer verlo como algo distinto a lo que queremos ver.

El viejo yo era un idiota. No sabía nada del mundo y no tenía la curiosidad de querer aprender, tal vez porque ya pensaba que lo sabía todo. Pasó toda su vida siguiendo el camino que la sociedad había trazado para él. Fue a la universidad durante 5 años, estudiando una carrera que odiaba, para finalmente obtener un título que nunca usaría. Los “buenos” hábitos que tenía estaban enteramente motivados por la búsqueda de cosas materiales y superficiales que nunca cuestiono.

Luego, a los 26 años, la chica de sus sueños lo dejó para volver con su anterior novio, un tipo que era superior en aspectos que realmente importaban, era un hombre sofisticado, virtuoso, espiritual, filosófico, tenía objetivos y propósitos. Cuando finalmente me di cuenta que la chica no iba a volver conmigo, le envíe a este hombre superior un correo electrónico en el que compartía detalles muy íntimos de nuestra relación, un correo electrónico que estaba diseñado para devastarlo, sin embargo, en un último alarde de superioridad, me dio las gracias por enviar el correo y me deseó lo mejor.

Pasé los siguientes meses cayendo en una espiral de depresión cada vez más profunda, hasta que un día, el dolor fue tan grande que todo el concepto que tenía de mí mismo, todo lo que creía que era y todas las cosas que había acumulado, ya no importaban.

Al perderlo todo, la noción defectuosa del “yo” que había pasado toda una vida acumulando, se desintegró de repente en la nada, era libre. Mi nuevo yo era libre de experimentar la energía brutal del dolor como quisiera, y con la misma facilidad con la que uno puede decidir pestañear. Elegí experimentar ahora esa energía como poder.

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Lección 3: La importancia de la soledad

En los años que siguieron a ese momento de epifanía, pasé prácticamente cada segundo de cada día tomando medidas para mejorarme a mí mismo. El elemento más importante de todo esto, con diferencia, es que decidí apartarme completamente del mundo hasta que este proceso hubiera seguido su curso, nada de televisión, nada de redes sociales, ninguna interacción con amigos ni familia. 

Mi motivación inicial para retirarme a las sombras era que quería dejar a todo el mundo boquiabierto con la nueva persona en la que me había convertido cuando reapareciera, pero después de unos pocos días de existir así, la soledad se convirtió en el arma más importante de mi transformación.

Todo el ruido externo de la vida desapareció. Estaba yo, solo en mi apartamento, con algunos libros, un compu, y una enorme cantidad de trabajo que hacer sin que nada me distrajera de hacerlo. Ya no podía compararme con los demás, sólo podía compararme con lo que había sido ayer y con lo que podría ser mañana, y a medida que avanzaba rápidamente en cada una de mis cuatro dimensiones, estas comparaciones se convirtieron en el aspecto más orgulloso de mi existencia.

Empecé a entrenar para un ironman, y durante pocas semanas estuve entrenando varias horas, todos los días. Cada mañana empezaba nadando en una piscina pública helada, cada noche terminaba con largos trotes hacia y desde la ciudad de Nueva York, y cada fin de semana, daba un paseo en bicicleta de 6 a 8 horas a través de Nueva Jersey. Todo este entrenamiento se realizó en completo y total silencio.

En cada segundo me encontraba eligiendo entre tomármelo con calma o darlo todo, mi “viejo yo» y mi “nuevo yo” se enfrentaban en una guerra total, una guerra que duró un año y dos meses hasta que finalmente llegó el día de la carrera. Cuando me puse en la línea de salida, tenía una grave fascitis plantar en ambos pies, un síndrome de pinzamiento en ambos hombros y un desgarro en el bíceps que me obligaba a dejar el brazo colgando cuando trotaba, pero mi “nuevo yo» era todo lo que quedaba.

Ah, y por cierto, cuando volví a aparecer, todos mis conocidos estaban completamente asombrados por mi transformación, pero eso no me importaba mucho menos ahora. Sólo estaba empezando.

Muy bien amigos, hemos cubierto los 3 pasos más importantes en mi autotransformación, es hora de poner esto en una fórmula real.

La fórmula

Paso 1: El yo no es algo a mejorar, es algo que debemos destruir

Nuestro “yo” es el resultado de toda una vida de formación de la identidad que nunca hemos pensado en cuestionar, una elaborada ilusión perpetuada por una sociedad que está diseñada para consumirnos. Lo que creemos que somos tiene que ser destruido si queremos dar paso a algo más grande.

Paso 2: Vernos como realmente somos

Para destruir la ilusión, tenemos que estar lo suficientemente motivados para querer destruirla. En mi caso, esto ocurrió en un lugar oscuro donde mi dolor era tan grande que mis creencias y mis posesiones ya no importaban.

Mi recomendación para ti es que empieces a elegir sentir rabia cada vez que se muestre quién eres en realidad: cada vez que dejes de hacer un trabajo que debiste haber hecho, no logres formar un nuevo hábito, o comas mal sin motivo alguno.

El cultivo cuidadoso de la ira hacia este yo inferior crea la motivación para destruirlo. Cuando diriges tu rabia hacia la débil y patética criatura que eres en la actualidad, también sucede algo mágico. Simultáneamente comenzarás a verte a ti mismo y a experimentar la vida desde la perspectiva de quién podrías ser, esto es en quien estás trabajando para transformarte, dile hola y empieza a conocerte. 

Paso 3: La importancia de la soledad

Por último, tenemos que encontrar una manera de alejarnos de todas las proyecciones e influencias externas que fueron en gran parte responsables de la idea anterior defectuosa del “yo” que teníamos. 

Para que se produzca una auténtica transformación necesitamos destruir nuestra idea del yo, y vernos como las débiles y patéticas criaturas que realmente somos desde la perspectiva de lo que podríamos ser.

El mejor lugar para pensar con claridad y actuar de forma concisa como esa persona que podríamos ser, es en completo aislamiento, donde en lugar de compararnos con los demás, nos vemos obligados a compararnos sólo con lo que éramos en el momento anterior, y con lo que podríamos ser en el momento siguiente.

Conclusión

Sé que mucha gente va a criticar estas técnicas; créanme cuando les digo que la inmensa mayoría son zombis con lavado de cerebro. Lo que he compartido en este artículo son solo mis experiencias, investigaciones y opiniones. Haz siempre lo que sientas que es correcto.

Quiero agradecer al patrocinador de este artículo Cambly, siempre digo que la habilidad más rentable que alguien de Sudamérica puede obtener es hablar inglés, y es algo perfecto para enfocarse por varias horas al día, mientras desapareces del mundo. Usa el código Quest para un descuento en sus planes mensuales. 

También recuerda revisar mi guia Dark Mode, el sistema que uso para lograr metas extremadamente difíciles e incorpora mucho de la fórmula que se discutió en este artículo, es gratis.

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Este es el camino. Ciao y nos vemos en el próximo artículo.

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